Nada nuevo bajo el sol: el machismo de siempre disfrazado de influencer

Las palabras no son neutras. Las palabras construyen mundos. O los destruyen.
Vivimos en una época en la que los discursos misóginos, violentos y profundamente deshumanizantes ya no habitan los márgenes. Se viralizan. Se celebran. Se monetizan. Se convierten en marcas, en gurús, en influencers de la crueldad.


Y eso no es casualidad. Existe toda una estructura social que alimenta ese espectáculo de violencia disfrazada de “verdades incómodas”, de “masculinidad real”, de “libertad de expresión”.
Pero la verdad —la que duele, la que arde— es que detrás de cada palabra lanzada con desprecio hacia las mujeres, hacia las feminidades, hacia lo diverso y lo vulnerable, hay un eco que se multiplica.
Porque no hablamos de un solo hombre con un mensaje. Hablamos de un sistema.
Un entramado virtual, emocional y cultural que atrapa a mentes jóvenes, a seres en búsqueda, a cuerpos heridos que, en lugar de hallar ternura, encuentran depredadores.
Eso es la machósfera: un ecosistema infectado donde se reproducen, como virus, discursos de odio que se disfrazan de guía espiritual, de liderazgo masculino, de “despertar”.

De @libromemero


Lo que se reproduce ahí no es sólo ignorancia: es una pedagogía de la violencia emocional, sexual y simbólica. Un virus ideológico que se transmite de mente en mente, de cuerpo en cuerpo, de comunidad en comunidad.
Un virus que impacta cruelmente la vida de mujeres, niñas y disidencias, pero que también contamina a los hombres que creen que adherirse a este modelo les otorga poder. Cuando en realidad, los deja más rotos.
No nos vuelve fuertes. Nos transforma en armas biosociales. En replicadores de un mal mucho más antiguo, ahora disfrazado de modernidad, de algoritmo, de podcast.
Es como un multinivel de la destrucción: un modelo donde cada nuevo “adepto” se convierte también en vendedor, en predicador de un mensaje pútrido. Y así, la bola de nieve sigue creciendo.


Por eso lo digo claro:
Si tienes un micrófono, una cámara, una cuenta, una voz…
Entonces también tienes una responsabilidad.
Tus palabras llegan.
Tus palabras modelan.
Tus palabras pueden destruir. O pueden construir.
Yo elijo ser parte de la posibilidad de mejores mundos.
Confrontemos estas verdades incómodas. Y, sobre todo, confrontemos estos contenidos y mensajes de odio que circulan impunemente.
El mundo necesita que también los hombres nos transformemos en agentes de paz y de sanación.
Porque no hay nada revolucionario en el machismo de toda la vida.
Solo repetición. Solo muerte.

            — Christian Ortíz

¿Te interesa conocer más sobre la genealogía de la machósfera y cómo ha evolucionado en los últimos años? Aquí

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