Nosotros los hombres: soledad, ira y vínculos rotos – Christian Ortíz

«El patriarcado nos enseña que los hombres deben dominar a los demás para probar su valía. Pero el verdadero amor no florece donde hay dominación.»
bell hooks, “The Will to Change: Men, Masculinity, and Love


Algo está sucediendo con los hombres. No lo vemos a simple vista porque la cultura nos enseñó a ocultar el dolor, pero si afinamos el oído, hay un murmullo sordo que crece: muchos están tristes, solos, emocionalmente quebrados, y no saben cómo salir de ese encierro. Ese colapso no es un accidente, es la consecuencia de una masculinidad que no nos permitió llorar, nombrar nuestras heridas ni pedir ayuda. Y ahora, cuando las mujeres comienzan a decir “no más”, cuando ya no están eligiendo vínculos tradicionales, cuando rechazan cuidar emocionalmente a varones que no se hacen responsables, los hombres se quedan en silencio, sin lenguaje, sin sostén.
Este artículo no es un juicio. Es una invitación a mirar con profundidad un fenómeno que se agudiza cada día más: la soledad emocional masculina y cómo se entrelaza con la transformación social que empuja a muchas mujeres a elegir la autonomía por encima de relaciones que desgastan.

Los hombres que no supieron conectar.
Juan tiene 49 años. Lleva tres divorcios a cuestas. En cada uno, juró que la culpa fue de “ellas”: demasiado exigentes, inestables, difíciles. Pero después del último, algo le hizo ruido. No fue una gran revelación, ni una sesión mágica de terapia. Fue una noche cualquiera, en silencio, viendo el sofá vacío. Se dio cuenta de que nunca había sabido cómo hablar desde el corazón. Había gritado, manipulado, exigido, callado y evadido. Nunca preguntó cómo se sentían sus parejas, y cuando ellas se lo decían, él se ponía a la defensiva o las humillaba. Nunca aprendió a estar emocionalmente presente. Lo que estaba roto, no era el amor. Era él.

David tiene 62 años. Ha trabajado toda su vida. Fue proveedor, responsable, “buen padre” según su generación. Pero hoy sus hijas e hijos apenas lo buscan. Él no entiende por qué. En su interior, siente una soledad insoportable, pero la cubre con orgullo. En el fondo lo sabe: nunca fue un hombre emocionalmente presente. Cada conversación importante la terminó gritando. Cada límite lo vivió como traición.
Sus hijas lo quieren, pero no saben cómo acercarse a un hombre que aún hoy sigue justificando su violencia con frases como “yo así fui educado”.
Historias como las de Juan, David o Jorge (quien rechazó ir a terapia con su pareja y luego se encontró solo frente a una pantalla) no son aisladas. Son el reflejo de un problema estructural más profundo: la masculinidad como dispositivo de desconexión afectiva.


Es necesario ir más allá de los síntomas individuales y mirar el contexto en el que estos hombres fueron formados. El sistema patriarcal no solo oprime a las mujeres, también deforma profundamente la subjetividad de los varones.
Desde la infancia, este sistema entrena a los hombres para ser funcionales al poder, útiles a la productividad, útiles a la guerra, útiles al dominio. Nos enseña a no sentir, a competir, a endurecernos, a mirar a los demás como amenazas o como instrumentos. El patriarcado no solo nos oprime, sino que nos utiliza como armas psicosociales: nos convierte en soldados emocionales del control, del silencio, del castigo y del autoritarismo.
Este sistema no solo destruye a quienes amamos. También nos deja vacíos, agotados, incapaces de habitarnos desde lo humano. Afecta nuestros cuerpos (que explotan de estrés o de enfermedad), nuestra salud mental (que se derrumba en soledad) y nuestra capacidad vincular (que se llena de miedo, desconfianza o violencia).
No basta con “ser mejores hombres”. Es necesario cuestionar el sistema que nos fabrica como estos hombres.

Cifras alarmantes:
• En México, 8 de cada 10 personas que se suicidan son hombres (INEGI, 2022).
• El 63 % de los hombres jóvenes en EE.UU. están solteros, y de ellos más de la mitad dice no tener amigos íntimos (Pew Research Center, 2023).
• La soledad emocional crónica en varones está directamente vinculada con problemas de adicción, trastornos de ansiedad, violencia intrafamiliar y aislamiento social.
• El 70.1 % de las mujeres mexicanas ha sufrido algún tipo de violencia de parte de sus parejas o ex parejas (ENDIREH, 2021).
• El porcentaje de mujeres que declara no querer casarse ha aumentado significativamente en los últimos 10 años. Y no porque no crean en el amor, sino porque ya no están dispuestas a criar emocionalmente a los hombres.

Muchos hombres están enfrentando una verdad incómoda: las mujeres ya no los eligen. No porque se hayan vuelto frías o egoístas, sino porque ya no están dispuestas a sostener vínculos donde ellas sean las únicas adultas emocionales.
Hoy, muchas mujeres eligen la autonomía como forma de autocuidado. Esto no es una guerra entre géneros. Es la consecuencia de siglos de relaciones desiguales que hoy están siendo confrontadas con claridad y firmeza.

Por dónde empezar…
• Cuestionar el patriarcado en nosotros mismos. No es una idea abstracta. Es una práctica cotidiana que nos atraviesa: en cómo amamos, en cómo respondemos al conflicto, en cómo criamos, en cómo escuchamos.
• Ir a terapia sin vergüenza. No como último recurso, sino como un acto radical de autocompasión y responsabilidad.
• Hablar con otros hombres. Pero no solo de política, trabajo o fútbol. Hablar de lo que nos duele, de lo que nos asusta, de lo que hemos destruido.
• Reconocer que no estamos bien. Y que no hay dignidad en seguir fingiendo.
• Renunciar a ser armas del sistema. Si el patriarcado nos quiere duros, aislados y útiles al poder, entonces rebelarnos significa aprender a ser humanos, tiernos, conectados, vivos.
• Escuchar a las mujeres sin defensas. Sus límites no son castigos. Son umbrales hacia otra forma de relación más libre, más justa, más real.

Los hombres no estamos destinados a la soledad, pero sí estamos en un punto de quiebre. O seguimos repitiendo el guion que nos ha formado como prisioneros emocionales, o comenzamos a escribir una historia diferente.
Esta transformación no será fácil, pero es urgente. Por nuestra salud, por quienes amamos, por quienes nos rodean. Por otros mundos posibles en donde la conexión y el amor puedan ser.

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